El faro (The lighthouse) se estrenó el pasado mayo en el Festival de Cannes 2019. Ocho meses después, por fin, podemos ver en nuestros cines este enigmático, pictórico y turbio segundo largometraje del americano Robert Eggers.
Tras sorprender a los amantes del cine de terror con su escalofriante y atmosféricamente tenebrosa ópera prima, La bruja, Eggers nos sitúa de nuevo en Nueva Inglaterra. Esta vez la aldea y el bosque dejan paso a una pequeña isla, llena de rocas y gaviotas, en la que solo un faro y una caseta son localizaciones suficientes para contarnos la historia de los dos protagonistas.
Willem Dafoe y Robert Pattinson interpretan de forma magistral e hilarante a dos fareros recién llegados para hacerse cargo de la luz y del mantenimiento del faro. La confrontación entre la veteranía y la juventud, la confusión entre la realidad y la locura, y la inclusión de leyendas, mitos y supersticiones generan situaciones de tensión y un terror desconcertante que mantienen al espectador absorto entre sus brutales imágenes en blanco y negro. Es recomendable ver esta película en versión original para poder apreciar sobre todo la forma en la que el personaje de Dafoe se expresa, con su marcado acento y su peculiar dialecto.
Onanismo, flatulencias, secretos, alcohol, deseo, bailes y violencia. Todo cabe en un ratio de 1.19:1, la relación de aspecto utilizada para contar esta historia rodada en 35mm. Un cuidado detalle donde la forma apoya la narración, ofreciendo un espacio más encapsulado y agobiante, que apoyado en la luz expresionista y el grano de película, nos ayuda a empatizar con los personajes. Bien podría parecernos al comienzo otra aventura más de Wes Anderson, conocido por jugar con los formatos, las simetrías y cuidar al máximo todos los elementos dentro del encuadre. Pero nada tiene que ver este faro con el de Moonrise Kingdom, ni este relato con su Isla de perros. Los perros de esta isla son diferentes. Son oscuros. Son humanos.
Escrito por María N.A.